Cogiendo olas: Vidas paralelas

PARA MUCHOS QUIZÁS PUEDE PARECER OTRO HOBBY MÁS O SIMPLEMENTE UN DEPORTE PRACTICADO POR PURA DIVERSIÓN, PERO PARA LOS AMANTES DE VIVIR VOLANDO SOBRE EL AGUA SUPONE LA MÁXIMA EXPRESIÓN DE LIBERACIÓN. DESDE BACKSTAGE MAGAZINE HEMOS QUERIDO BRINDAR UN ESPACIO AL SURF, TODO UN MUNDO LLENO DE EXPERIENCIAS, UN MUNDO DONDE LAS TABLAS, LAS OLAS, LA ARENA Y LA CARRETERA SE CONVIERTEN EN UN RITUAL, EN UN ESTILO DE VIDA.

Carlos CASTILLO

_Estás nervioso. Podrías estar enamorado o no, pero no es eso lo que inquieta tu mente. Aparentemente tu vida es muy normal. Estudias, trabajas y te buscas la vida, como todos. Sin embargo, lo cierto es que no paras de pensar en una sola cosa dejando de lado todo lo bueno o lo malo que haya ocurrido minutos, horas o días atrás. No paras de mirar continuamente las previsiones de olas en el móvil, mientras te tomas unas cañas con los colegas que no paran de hablar del examen de ayer. El teléfono arde a mensajes de tus amigos porque aún no se han organizado para salir mañana temprano en dirección hacia la playa. Simplemente estás ahí, soñando despierto, a la vez que tienes al mundo real en segundo plano e interactúas con él para intentar hacerlo lo mejor que puedes.

Da igual el lugar o el momento en el que te encuentres, porque ese es el día a día de un yonqui de las olas. Sabes que mañana viajas al paraíso del surfing, que todo lo demás importará muy poco. Es tu viaje particular al edén, no se me ocurre nada mejor para definirlo. A las siete de la mañana suena el despertador y por un momento te quieres morir, ya que en tu ciudad es invierno y el día se deja ver tímidamente oscuro desde la ventana de tu habitación. Además, ayer te acostaste tarde porque llevabas bastantes días sin surfear y los nervios te daban hasta taquicardia pensando en lo que vendría al día siguiente. Al final, te quedaste dormido a base de ver vídeos en el portátil. Pero no hay tiempo para desperezarse. Lo último que quieren los que vienen a recogerte a la puerta de casa es que les pille la marea alta, y si hace falta, te dejarán en tierra por tardar demasiado.

Estás saliendo de tu casa a una hora en la que las calles todavía no están ni siquiera puestas en su sitio. Alguno que otro pasa por la carretera y te observa con tus pintas del que se marcha de exploración al desierto pero medio en pijama. Las madrugadoras vecinas que se asoman, que ya saben perfectamente a dónde vas, te dicen que vaya día has escogido para ir a la playa con la tabla esa. Por fin estás en el coche, después de haber jugado al Tetris para poder acoplar tus tablas y tu equipaje junto al de tus otros tres compañeros de aventuras. Os vais de fin de semana y con tanto bulto más bien parece que estáis haciendo una mudanza. Ya se puede respirar tranquilo, estais de camino a la playa.

Los viajes de este tipo no se suelen hacer muy largos por el cachondeo que les acompaña, así que, finalmente, consigues relajarte, pues ya estás de camino al paraíso. Siempre queda esa incertidumbre de cómo estarán las olas, sin embargo, no vuelves a sentirte nervioso hasta varios kilómetros antes de alcanzar la costa. Es entonces cuando a veces notas cierto hormigueo en tu barriga que incluso empieza a dolerte. En esas ocasiones tu primer y único pensamiento consiste en que vas a tener que descargar los nervios en un matorral en cuanto bajes del vehículo.

Ya estás ahí. No estás borracho, aunque cualquiera que te vea podría pensar lo contrario. Saltas, brincas y gritas enloquecido como un mono, igual que tus amigos; las olas parecen buenas y divertidas. No son de mucho tamaño pero están ahí. Tienes que darte prisa porque el dueño del coche está deseando cerrar las puertas ya y tú aún no te has cambiado. Estás flotando en una nube de satisfacción. El cielo no tiene nada que ver con el que había cuando salimos de casa, el mal tiempo se contiene en el interior brindándonos un agradable día primaveral en pleno mes de diciembre. Esto es gloria y todavía ni te has metido en el agua. Te sientes la persona más feliz del mundo, tanto por ser capaz de ignorar cualquier problema como por estar ahí en ese preciso instante, segundos antes de estar en el mar.

En el siguiente paso lo que acontece es una reconfortante combinación entre explosión y suavidad. Pura adrenalina. Sientes alegría cuando consigues coger una buena ola y rabia cuando desperdicias una de ellas. Por un lado, la sensación de compartir momentos indescriptibles con la naturaleza y, por otro, cierto egoísmo a la hora de repartirte las olas con los demás compañeros; sentimientos contradictorios que se mezclan con la pasión de deslizarte sobre una obra de arte de la creación que es casi tan volátil como una estrella fugaz. La magia de las olas. Has logrado cumplir un pequeño sueño dentro de la historia del día a día de tu vida.

Una vez que estás dentro del agua, ya no te quieres mover de ahí por nada del mundo. Estás justo en ese preciso instante hacia el que tu mente viajaba a kilómetros desde donde posabas tu culo hace unas cuantas horas, infinitamente feliz. Y es que no son solo las olas, son episodios de convivencia entre los amigos en un entorno natural, son aventuras, desafíos, muchas risas y una absoluta purificación del cuerpo y el alma; un sinfín de emociones positivas que te refuerzan física y mentalmente hasta que te sientes totalmente renovado. Por desgracia, todo lo bueno tiene que acabarse en algún momento, por mucho que nos fastidie. Desde luego, ganas no nos faltarán para la próxima.

Después de esta increíble terapia a base de surf, podrás comprender la necesidad de respirar en esa vida paralela de la que hablamos. Solo entonces conocerás y sentirás realmente el placer y las ganas de vivir, así como las razones de ese comportamiento casi impulsivo que te empuja a huir de este mundo complejo y artificial. Cada vez que experimentes esa sensación será como si volvieras a nacer. Bienvenido al mundo de las olas: la materialización del amor a lo inmaterial.

Light Gallery format is incorrect, path is missing!

Joomla Plugins

¡Atención! Este sitio usa cookies y tecnologías similares.