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SE GRADUÓ EN PERIODISMO EN LA UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID; AHORA CONTINÚA SUS ESTUDIOS EN LA ESCRITURA CREATIVA. AMANTE DE LAS ARTES, CON LAS QUE CONECTA CONTINUAMENTE, SIEMPRE SE HALLA EN PLENA BÚSQUEDA Y CREACIÓN DE SU PROPIO CAMINO PROFESIONAL. RECUERDO QUE LE PREGUNTÉ QUIÉN ERA ROBERTO RUIZ. ÉL ME CONTESTÓ: "UN TIPO AL QUE LE GUSTA LA LITERATURA, LA MODA, EL CINE... Y SE DEDICA A PROYECTOS QUE RELACIONAN ESOS CONTENIDOS". PARA CONOCERLE, POR FAVOR, SÍGANME.
 
 
Cristina BAQUERIZO
 

 
  
 

 
 
Son las cinco y media de la tarde. La estación de Santa Justa se tambalea bajo el paso de viajeros que van y vienen. Sobre todas las cabezas, distingo rápidamente a la que estaba buscando. Traje de chaqueta a rayas negras y blancas, chupa de cuero, gafas de sol oscuras descansando en la solapa... Es fácil reconocer de un simple vistazo a Roberto Ruiz, con su característico estilo y su característica altura. Me recibe con una sonrisa sincera. Es viernes, mañana empieza la Feria de Sevilla y hace fresco para ser primavera aquí, en el sur de España. Es inevitable hablar de la ciudad, del Real y de la Semana Santa mientras caminamos hacia una cafetería. Me sorprende: Roberto es cercano y natural; me siento cómoda al instante. Hablamos de su pueblo –valenciano– y de Madrid; ya frente a dos bebidas, hablamos sobre algunos escritores norteamericanos y sobre moda. Le resulta intuitivo aunar dos temas que, a priori, no parecen guardar ninguna relación entre sí.
 
En 1920, se publicó la primera novela de Scott Fitzgerald, A este lado del paraíso. En ella 
–ejemplo imperativo de lectura para los amantes de la literatura– se diferencia entre los términos de "personalidad" y "personaje". Fitzgerald los distingue como continúa: "La personalidad es algo casi exclusivamente físico, rebaja a la gente [...]. En cambio, el personaje se concentra, no se puede divorciar de lo que hace. Es como una barra de la que cuelgan muchas cosas, cosas brillantes a veces [...] que el personaje utiliza con mentalidad calculadora". Este pequeño extracto era necesario para explicar que Roberto Ruiz es, sin duda, lo que el romántico escritor habría calificado como "personaje". Con veintiséis años –sí, ¡solo veintiséis!–, @rroverdose, como también pensarán en él todos aquellos que, como yo, le conocieron por Instagram, se mueve profesionalmente por los mundos de la moda, el cine, el periodismo y la escritura. Toma distintas perspectivas dentro de cada campo y los mezcla. Una miscelánea equilibrada que se refleja en sus redes sociales, ese gran escaparate que le permite compartir e inspirar a las más de cuarenta mil personas que le siguen en Instagram.
 
 
 
 
  
 
 
El nombre de usuario de Roberto es en sí mismo un pequeño aviso de su personalidad: sus iniciales –'rr' de Roberto Ruiz– y 'sobredosis' en inglés, debido a una obsesión compulsiva por las cosas que le gustan mucho. Ahí en medio, en un intento de camuflarse, encontramos la palabra inglesa 'rover', que significa 'buscavidas'. Cuando le pregunto a Roberto el por qué de esa auto definición, se piensa durante un segundo si comenzar esta entrevista citando al escritor argentino Jorge Luis Borges: "Realmente creo que Borges debería ser siempre el final, pero vamos a empezar por ahí. Dice que todo viaje, por largo y complicado que sea, se compone de un solo instante: el momento en el que un hombre sabe para siempre quién es. A mí me han gustado siempre muchas cosas –hasta los 20 estaba dedicándome al deporte, al fútbol– y luego he tenido relación con el cine, con la moda, con la literatura. Me gusta esa imagen de probar varias cosas hasta llegar a ese momento que dice Borges, cuando al fin crees saber quién eres".
 
El camino está siempre delante, listo a seguir haciéndose y nunca a ser terminado; pero Roberto se siente cerca de quién es. Se define como un 'tipo' resultado –y causa a la vez, diría yo– de combinar las cosas que le gustan. Pero empecemos por el principio. Y al principio no se le puede dar mejor introducción que con la pregunta más inocente de todas, esa que le habría hecho mi primita de seis años: ¿Qué querías ser de pequeño? Roberto sonríe y sacude la cabeza, pero contesta convencido: "Hay quien dice que quiere ser astronauta: yo quería ser futbolista", yo también sonrío mientras él continúa, "no lo he sido, pero me parece una escuela de la vida: te enseña mucha disciplina, mucha confianza en ti mismo, compañerismo, constancia, puntualidad... cosas que me hacen estar orgulloso de todo el tiempo y el sacrificio que le he dedicado".
 
Roberto estudió Periodismo; siempre había tenido claro que le gustaba escribir. Me señala que la conexión con la literatura cada vez es menor –"la objetividad durante la carrera me aburrió mucho y me sirvió para darme cuenta de que yo quería dedicarme a la ficción", afirma– y me habla sobre el Nuevo Periodismo. Esta corriente, presente sobre todo en América, aúna la información con los relatos, teniendo muy en cuenta el estilo. Es el tipo de periodismo que le atrae, al igual que aquellos trabajos literarios que se basan en una gran documentación, como A sangre fría, de Truman Capote: "Es real, a la vez que bello y crudo; aunque él [Capote] lo llame 'la novela no novela'". Por este mismo motivo, también le interesó siempre la carrera de Filología: "Me interesan mucho las diferentes connotaciones que tiene una palabra, la palabra en sí", reflexiona.
 
 
 

 
  
 
 
Hablamos, cómo no, sobre su futuro en el periodismo; él, esquivo, me menta a Juan Tallón. El periodista gallego publica una columna semanal en el diario El País –llamada Sin bajar del autobús– y "se lo pasa muy bien escribiendo". En su columna, Juan habla de deporte, mayoritariamente sobre fútbol, aunque desde un punto de vista al que Roberto califica como "literatura deportiva". De este modo, compara, por ejemplo, "una tanda de penaltis con abrirse paso en una selva". A 'Rober' se le iluminan los ojos con esta clase de analogías. Me suelta, como si soltara una frase cualquiera, que [Juan Tallón] hace periodismo de una manera que no parece periodismo: "Esa es la forma en la que a mí me gusta entenderlo".
 
Una vez que ha quedado claro que nuestro personaje gusta más de la ficción, ahora podemos comprender por qué nos confiesa que no se considera periodista: "Yo no creo que tenga las agallas de un periodista al uso". Así que cuando termina la carrera –en medio del viaje de Borges para encontrarse a uno mismo– decide estudiar el Máster Universitario en Escritura Creativa de la Universidad Complutense de Madrid, en el que aún sigue inmerso actualmente. "En el mundo profesional, te puedes dedicar a escribir de muchas formas: en comunicación, de copy...", y recomienda encarecidamente cursar el máster a todos aquellos interesados en la escritura. Roberto, visiblemente ilusionado, me revela–¡chan, chan, chan!: exclusiva– que su primer libro ya está en camino.
 

CRISTINA BAQUERIZO: ¿Nos puedes contar algo más del libro?
ROBERTO RUIZ:
Va a ser la primera vez que hable de ello. Estoy haciendo una recopilación de relatos cortos y hay una editorial interesada. Todo esto surgió porque me animó mi director del TFM (Trabajo de Fin de Máster), Jose Manuel Mora. Cree que todos esos relatos tienen una conexión estética: lo crudo, el desierto, lo directo. Beben de una misma imagen, aunque sean historias diferentes. Me gustaría titularla Una rosa en el desierto, igual que el primer relato de la recopilación.
 
En su incipiente recorrido literario, Roberto me admite haber aprendido muchísimo. Me aclara que ahora huye de todo el confeti, después de haber leído a Borges en profundidad, ya que, como dice el autor argentino, la tendencia a lo barroco es debida "a la inseguridad de que el contenido no se sostenga por sí mismo". Roberto aspira a un estilo más directo y pulido, quizás más cercano al del periodista estadounidense Ernest Hemingway, quien "escribe como una cámara que registra lo que sucede, sin interpretar; las cosas, por cómo suceden, ya tienen un interés y una fuerza".
 
 
 
 

 
 
 
 
Roberto Ruiz comenzó en el mundo de la moda siendo muy joven. Apenas tenía unos dieciséis años –sí, soy consciente de que no se me da bien seguir un orden cronológico; ni un orden, para qué engañarnos–, era futbolista del Elche CF y paseaba con su madre por un centro comercial tras jugar un partido. Bocadillo en mano –y en boca– pasaron por al lado de un casting de moda, cuando la directora en persona invitó a Roberto a probar. "A mi madre le hacía ilusión, así que lo hice un poco por ella", recuerda, "me seleccionaron para el desfile, pero me coincidía con un partido, así que no fui". Sin embargo, después de aquello hubo una agencia que, al ver las polas (las fotos naturales del propio casting), se interesó por él. Profesionalmente, la moda le llegó cuando una agencia le dio la oportunidad de vivir una temporada en Milán para hacer varios castings de peso. En los últimos tiempos se ha reinventado el proceso, ya que todo comienza a partir de una imagen que ya se ha creado sobre él; no como aquel chico anónimo que llevaba su book bajo el brazo. Ese cambio se lo debe, indiscutiblemente, a la red social Instagram: "Pongo en las redes lo que me apetece, más allá de que sea políticamente correcto", me explica, "de forma natural se crea un campo semántico que la gente relaciona contigo, y si tienes claro lo que te gusta es normal que se te identifique con un estilo".
 
 
C.B.: ¿Qué es lo que más y lo que menos te gusta del mundo de la moda?
R.R.:
Lo que más me interesa es que es un alegato estético en el que, a través de la elección de unas prendas, estás mostrando tu personalidad. Tiene que ver, por otra parte, con tu estado de ánimo: es una extensión de ti mismo en la que muestras la parte de ti que quieres que se vea. También me gusta la relación que tiene con el arte, con el concepto. Me parece fascinante cuando en una colección los diseñadores y los directores creativos utilizan referencias de peso y ves cómo materializan conceptos abstractos en algo tan tangible como una prenda. Hay muchas cosas que me gustan del mundo de la moda, y he tenido que seleccionar. Lo que menos me gusta lo tengo más claro: cuando se queda en lo banal, en lo físico y en lo superficial. Cuando la moda se queda en algo plano, lo rechazo.
 
Resulta prácticamente imposible, y más hablando de lo superficial, entrar en el tema de las redes sociales. Mira que yo a veces me dejo eclipsar por las pantallas de los móviles, pero Roberto tiene un don para ver las cosas claras y simplificarlas: "Tienes que ser consciente de que eso es un personaje que, además, siempre sale favorecido". Hablamos de luces, fotógrafos, de la ropa y de cómo buscamos potenciar nuestra imagen, "pero potencias tu personaje, luego tienes que conocerte a ti mismo y saber qué se ajusta a eso que mostramos". A él le encanta ser su propio director de arte. Tal como me explica, en las redes sociales eres tú mismo el que elige "el campo semántico en que se va a mover y lo que va a transmitir". Lo que más le gusta de Internet es la conexión instantánea con cualquier persona, lo que, a su vez, ve también como un peligro a vigilar: "Nosotros podemos estar ahora mismo aquí, en Sevilla, y a la vez puedo estar hablando con mi amigo de París; el problema es que cuando haces eso no estás ni en Sevilla ni en París".
 
 
 
 


 
 
Roberto afirma que disfruta mucho con las redes sociales, porque no las utiliza como trabajo ni planea sus publicaciones. Simplemente, muestra lo que le apetece, traduciéndolo a su estilo: "Juegas con tus propias ironías y con tu selección de la realidad, y así es cuando encuentras tu estilo y muestras tu personalidad". Al escuchar esta frase, me revuelvo en mi asiento. Tenía en mente preguntarle sobre el concepto del estilo, pero con él no sirve de nada la hoja llena de preguntas que descansa, olvidada, en la mesa de cristal. Con Roberto, la conversación es fluida y natural; no necesita un guión ni clichés carentes de inteligencia. Habla con tranquilidad y claridad; se expresa casi como lo haría escribiendo. Por supuesto, le pregunto. Me recomienda un libro llamado Los pasos en torno –de Herberto Hélder– y me menciona a la estrella de cine James Dean. Según testimonios de la época, cuando ya era archiconocido como James Dean, el actor estuvo aconsejando a algunos estudiantes de Arte Dramático. "Para ser actor, para triunfar, necesitáis un sombrero", les dijo. Roberto me explica perfectamente el verdadero significado de la frase: "No se refería a la prenda, sino a eso que te distingue del resto".
 
 
C.B.: ¿Cómo se llega a hallar el estilo propio?
R.R.:
Para ir encaminado a encontrar tu estilo, tienes que tener claro lo que te apasiona y tenerlo muy trabajado, para meterte en ese mundo que respira entre la realidad y la imaginación. Hay un poema de Bukowski que dice que es mucho más importante hacer algo aburrido con estilo que hacer algo valiente sin estilo: abrir una lata de sardinas puede ser arte si lo haces con estilo. Una vez que lo has interiorizado es algo que te va a salir en cualquier faceta, y más si le pones interés. Es muy importante como creativo que todo lo que hagas respire tu identidad. Cuando lo consigues, tienes mucho camino recorrido.
 
Me confiesa que hay aspectos de su personalidad que no se ven representados en la imagen que da y nos reímos: "Cuando me pongo con mis amigos a ver la Champions en un bar soy muy burro". Le han dicho muchas veces que no se esperaban de él que fuera tan cariñoso y cercano –tampoco me lo esperaba yo: es modesto, alegre, vivaz– y me admite que es consciente de que parece serio. Cree que es debido a que la estética que le atrae es oscura; gira en torno a "la belleza de lo siniestro". Le cautivan las situaciones cotidianas "pero con un elemento que te produce desconfianza: como una pistola saliendo de un bolso". En su mundo de ficción le gustan "los monstruos, las pistolas y los cuchillos, aunque he crecido con mi madre y mis hermanas dándoles besos todo el rato".
 
 
 
 

 
 
 
 
Todo lo relativo a lo visual le gusta desde pequeño, cuando ojeaba las revistas de su madre, embelesado por las fotografías. Le gustaría aunar todas las artes que le apasionan en su carrera profesional, aunque ya consigue conectarlas entre sí: "El cine es un formato que lo aúna todo; incluso la literatura tiene un punto visual, una imagen que puedes generar con palabras". Es un gran amante del cine, que, muchas veces, le influye directamente en la ropa que usa al día siguiente. Se siente inspirado por los grandes directores creativos, que "a través de sus conceptos y sus colecciones transmiten una identidad y unas ideas". En este punto, es importante detenernos a hablar de los fashion films. Para Roberto, es el "formato total", ya que "estás uniendo cine, moda –nace a partir de esta, lo que considero muy importante– hay guion, literatura, música, fotografía...".
 
 
C.B.: ¿En qué te inspiras?
R.R.:
Ahora mismo, hay un cristal detrás de ti que está roto. Me parece muy inspirador: estamos en un hotel, ¿por qué está ese cristal roto? Si tienes una sensibilidad y una mirada entrenada te puede inspirar todo. No siempre hay que buscar lo extraordinario; muchas veces, la belleza se encuentra en lo cotidiano. Yo que vivo en Madrid y echo mucho de menos algunas cosas de mi pueblo, cuando vuelvo me inspira el estropajo que utiliza mi abuela para fregar la paellera, o las postales religiosas que tiene en el extractor.
 
 
 
 
 
 
 
 
Después de acudir a varios fashion films como modelo –en los que saciaba su curiosidad preguntando al realizador, al director de arte, al guionista...– fue consciente de su creciente interés por el mundo tras la cámara. De esta forma, ha sido ya guionista de varios de ellos, como en Les Amants de Dior, usando un poema del francés Arthur Rimbaud, Nadie es serio a los diecisiete años. Me cuenta que disfrutó mucho de la realización del guion y de la creación de la idea, pero que, sin embargo, disfrutó aun más del proceso creativo previo. También hace una apreciación interesante al respecto: "Veo que tiene una parte práctica, ya que la gente consume hoy día mucho vídeo", señaló, "en un fashion film, que dura tan pocos minutos, puedes meter muchas referencias, tanto literarias con Rimbaud como artísticas con (René) Magritte".
 
 
C.B.: En una entrevista (de 2015) dejaste claro la importancia de saber decir que no. Afirmaste que anhelabas calma, pero seguías "echándote cosas encima". ¿Y ahora? ¿Cómo se aprovecha mejor el tiempo?
R.R.:
Tengo aún esa asignatura pendiente. Es algo que tiene que ver con el espíritu norteamericano, y es el sí a todo. Hay refranes españoles que nos perjudican, como "más vale pájaro en mano que ciento volando". Yo veo cientos volando, tiro el pájaro que tengo y ya te digo que cazaré más de uno. Intento decir que sí porque valoro mucho cuando alguien me da una oportunidad. El mes que viene haremos un fashion film nuevo; yo no lo pensaba cuando acababa de presentar este último (1968b), ya que fue un trabajo bastante laborioso, un rodaje duro, pasamos frío... Pero en una fiesta, alguien me dijo "Rober, me encanta lo que haces, me encanta tu estilo: quiero rodar contigo algo así en este sitio". Le dije "un placer conocerte: sí".
C.B.: Los contratos se firman de noche…
R.R.:
En el mundo de la moda, sí [risas].
 
También será suyo el guión de este nuevo filme, tras trabajar para marcas tan prestigiosas como Dior, Olliver Abbott, Duarte Madrid, etc.
 
 
 
 
 
 
 
 
En Roberto Ruiz se puede apreciar enseguida una fe inquebrantable en el trabajo duro; en la suerte que llega solo de la mano del esfuerzo. Está completamente convencido de que no es una utopía querer vivir del arte –solo "trabajo, trabajo y más trabajo"–. Por otra parte, vive con la cabeza puesta al mismo tiempo en el futuro y en el pasado: "Con lo que soy muy malo es con el presente; no tengo ninguna consciencia de él". Se mueve entre la nostalgia de lo que ya ha ocurrido y la ilusión de lo que aún está por venir. Pausadamente, me argumenta que el futuro tiene mucho de imaginación –"algo que nos construimos de forma literaria"– y que esto tiene una relación directa con el pasado. Luego sonríe ante un recuerdo que le viene a la mente y decide compartir tras pedir que le disculpemos por la imagen que pudiera proyectar: "A la PlayStation sigo jugando con las flechas, a pesar de que exista el joystick". En ese momento, Julián, el fotógrafo, interviene para sumarse también al 'team flechas' y todos nos acabamos riendo. "¡Qué bien!", exclama Roberto, "¡pues somos dos nostálgicos!".
 
La añoranza del ayer y la ilusión por el mañana son elementos esenciales en la personalidad de Roberto Ruiz. Por tanto, como buen nostálgico, encuentra sus referencias en el pasado, principalmente en el siglo XX. Me nombra a El gran Gatsby –de nuevo, Fitzgerald... ¡ay, aquellos años 20!– cuando le pido que recomiende un libro; y a Nick Cave cuando le pido que recomiende música. "Sus letras son literatura", asegura, "vive en este mundo del que hablábamos, que se mueve en esa difusa línea entre realidad y ficción". Quizás lo más justo sería finalizar con Borges. Me despido con un dato, al que le sigue una disculpa: acabamos la entrevista más de media hora más tarde de lo que teníamos pensado. La disculpa va para el amigo de Roberto, que, con razón, nos quería matar.
 
 
C.B.: ¿Qué crees que es lo más importante en la vida?
R.R.:
Yo diría que ser buena persona. Disculpa por darte una respuesta tan sencilla y tan evidente. Hay un poema que se llama Los justos, de Borges, que habla de la gente cotidiana, que son los que sacan adelante el día a día. Lo más importante para mi es poder irte a la cama contento, no con tu trabajo, sino con haber ayudado a alguien.
 
 
 
 
 

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